Glendale, AZ.- A veces el football te pone un espejo enfrente y, bueno, lo que ves no siempre es lo que esperabas. Eso pasó en el State Farm Stadium.
Los Cardinals cayeron 45-17 ante los Rams en un juego que, seamos sinceros, se sintió pesado desde temprano. Una de esas tardes en que nada termina de cuajar y el rival… simplemente te supera.
Jacoby Brissett lo dijo sin filtros, como quien admite la derrota de frente: "Simplemente nos vencieron. No hay excusas." Y sí, así se sintió. Brissett terminó con 25 de 44, 271 yardas, 2 touchdowns y 1 intercepción. Hubo momentos en los que parecía que la ofensiva agarraba ritmo… pero eran chispazos que se apagaban rápido.
Michael Wilson fue de lo mejor del día. Qué juego dio. Terminó con 11 recepciones, 142 yardas y 2 touchdowns, varias de esas jugadas que te hacen levantarte tantito del asiento, como diciendo "ahí está, ahí está". Ojalá siempre pudiera ser tan sencillo como lanzarle a él y que el mundo se arreglara.
Trey McBride también aportó, como casi siempre. Cerró con 5 atrapadas para 58 yardas, encontrando espacios y dándole algo de vida a la ofensiva cuando todo se sentía trabado. Es ese tipo de jugador que te sostiene mentalmente el drive, aunque no salga en letras gigantes.
Pero la realidad es que nada alcanzó. Y Jonathan Gannon lo dijo sin adornos:
"Fueron mejores que nosotros en cada aspecto. Es muy humillante. No está bien. No es aceptable."
No había mucho más que agregar. A veces los partidos se explican solos.
Mientras salíamos del estadio...esa caminata lenta donde uno intenta acomodar ideas, se escuchaban murmullos entre los aficionados: "las lesiones", "el plan de juego", "no fue nuestro día". Y sí, todo eso. Aunque yo, siendo honesto, solo pensaba en qué momento exacto se nos fue la tarde. Porque hubo un punto en el que parecía un juego normal… y de pronto ya no.
Duele. Claro que duele. Pero también deja una enseñanza. Estos golpes, incómodos y feos como son, obligan a ver con claridad lo que falta por construir. Y los Cardinals tienen trabajo por delante, mucho. Pero también cosas rescatables, jugadores que siguen creciendo y peleando cada snap.
En fin. Toca darle vuelta rápido. Porque en la NFL no hay tiempo para lamentos. Y porque, después de una noche así, todos merecemos un respiro.












