Tempe, AZ.– Se acabó la semana de descanso y en Arizona se respira distinto: el ambiente cambió un poco, el cuerpo descansó y la mente también. Pero ahora toca volver al trabajo, y el reto no es cualquiera: los Cardinals visitan a los Cowboys en Dallas, bajo las luces de Monday Night Football, un escenario enorme, lleno de ruido, energía y presión, de esa que se siente desde el túnel antes de salir al campo.

La gran duda sigue siendo Kyler Murray. Su molestia en el empeine lo ha tenido limitado, aunque poco a poco se le ve mejor. No está confirmado para jugar, pero todos saben que, si hay una mínima posibilidad de estar en el campo, Kyler la va a tomar. Su competitividad lo define. Su presencia cambia el juego: su movilidad, su lectura, su instinto. Cuando está ahí, la ofensiva simplemente fluye diferente y además en el estadio de los Cowboys a lo largo de su carrera, se mantiene invicto. Sería un regreso clave en todos los sentidos.

Mientras tanto, Marvin Harrison Jr. ha seguido creciendo cada semana. Se le nota más cómodo, más conectado. Su química con los QB mejora, y sus rutas son una clase de técnica y calma. Tiene manos seguras, elegancia y una madurez poco común para su edad. Si Kyler vuelve pronto, esa dupla puede convertirse en una pesadilla para las defensas rivales.

Del otro lado, Josh Sweat ha sido una de las piezas más confiables en la defensa. No siempre se refleja en las estadísticas, pero su presencia pesa: presiona, incomoda, no da respiro. Frente a un Dak Prescott que suele crecerse en casa, ese tipo de esfuerzo será clave. La defensa tendrá que ser disciplinada, porque Dallas sabe castigar cualquier error y su ofensiva es hoy por hoy una de las más explosivas de la NFL.

El BYE week sirvió para ajustar cosas, pero también para respirar un poco. Jugadores como Will Johnson han asumido más responsabilidad, y se nota un vestidor más enfocado, menos tenso, con hambre de revancha. Porque aunque el arranque fue irregular, hay confianza en que se puede enderezar el rumbo.

Los Cowboys llegan heridos. Vienen de una derrota dura ante Denver, 44 a 24. Un golpe que seguro dolió, pero que también los motiva a responder, y eso los hace más peligrosos: en su casa, con su gente y con ganas de reivindicarse. Arizona tendrá que resistir el primer golpe y mantener la calma, no dejar que Dallas imponga su ritmo ni que el estadio los abrume.

Y hay un recuerdo que vale la pena mencionar: la última vez que estos dos equipos se enfrentaron, los Cardinals ganaron 28 a 18 en el State Farm Stadium, en 2023. Fue una de esas victorias que se quedan grabadas, no solo por el marcador, sino por la manera en que se logró: con actitud, con corazón.

Así que empieza una nueva etapa, la segunda mitad del camino. Los Cardinals llegan con heridas, sí, pero también con hambre, con ganas de demostrar que todavía hay mucho por pelear. Porque a veces, después de una pausa, es cuando realmente se ve de qué estás hecho. Y este equipo parece listo para demostrarlo.