Glendale. Az. Los Cardinals estuvieron a punto de lograr una remontada épica frente a Seattle, de esas que cambian la narrativa de una temporada, pero el destino se encargó de recordarnos lo difícil que es ganar en esta liga. Y es que los duelos divisionales siempre traen su "torta bajo el brazo" en cuanto a emociones se refiere.
Se luchó hasta el último segundo, se empató un juego que parecía perdido, pero un error en el kickoff abrió la puerta para que los Seahawks se llevaran el triunfo con un gol de campo de último suspiro.
Es frustrante, claro, porque hubo chispazos de grandeza en medio de un mar de fallas. Kyler Murray mostró de nuevo esa capacidad de despertar cuando el reloj aprieta, y Marvin Harrison Jr., en su segundo año, volvió a brillar en los momentos decisivos con recepciones que encendieron al estadio. Sin embargo, la ofensiva fue inconsistente durante tres cuartos, la protección al quarterback fue insuficiente y la defensiva no pudo mantener la ventaja cuando más se necesitaba.
Incluso Murray quiso dejar claro que sigue viendo el vaso lleno. Y eso es admirable, considerando que los Cardinals pasaron a la historia como el primer equipo en más de cincuenta años en perder dos juegos en apenas cinco días por un gol de campo al final. Ha sido una semana dura, pero la esperanza sigue viva.
Las derrotas así duelen porque dejan claro que el talento está ahí, pero la ejecución sigue quedando corta.
Trey Benson tendrá días aún más grandes como corredor principal, y contra una defensa terrestre tan fuerte respondió de manera sólida con las pocas oportunidades que tuvo. Pero quizá su mejor momento de la noche no fue una gran corrida, sino estar en el lugar correcto en el momento preciso: saltar sobre un balón suelto tras una jugada caótica en la que Coby Bryant interceptó a Kyler Murray y enseguida perdió la pelota. Ese instante, aunque breve, resume la entrega de este equipo: aprovechar cada oportunidad, incluso en la adversidad.
Por otra parte, Calais Campbell admitió que le faltó energía en la segunda mitad, una consecuencia inevitable de jugar en una semana corta a sus 39 años. Salió por un momento en el cuarto cuarto tras una jugada, pero aseguró que estaba bien para volver. Y lo hizo dejando claro por qué sigue siendo un líder en esta defensa. En la primera mitad fue dominante, sumando su tercer sack de la temporada —y no cualquier sack, ya que la primera vez que capturó a un Seahawk fue en la Semana 6 de 2009— además de realizar una espectacular tacleada para pérdida en un pase pantalla. En medio de una noche difícil, Campbell dejó un recordatorio: la veteranía, el carácter y la entrega siguen vivos en estos Cardinals..
Y sin embargo, más allá del marcador, la noche tuvo un valor especial. El debut del uniforme Rivalries no fue un detalle menor: fue un acto de identidad. Ver al equipo vestido con los tonos del desierto, con ese casco que parecía tallado en arena y con el rojo y el cobre brillando bajo las luces del jueves por la noche, fue un recordatorio de lo que significa representar a Arizona. No fue casualidad que el estadio también se vistiera distinto, con los end zones y el logo central adaptados al nuevo diseño. Anoche los Cardinals no solo jugaron fútbol americano, también contaron una historia visual: esta franquicia pertenece a esta tierra y quiere que el mundo lo vea.
Por eso duele más la derrota, porque la ocasión pedía cerrar con un triunfo y celebrar la unión de estética y resultado. No se dio, y eso deja un sabor amargo. Pero en este equipo hay señales de carácter, hay jóvenes que siguen creciendo, hay un quarterback que se rehúsa a rendirse y ahora también hay un uniforme que refleja lo que somos. Los Seahawks se llevaron la victoria, sí, pero los Cardinals se llevaron algo que también cuenta: una imagen renovada y un símbolo de lo que quieren construir.
Anoche no ganamos en el marcador, pero ganamos en identidad. Y cuando esa identidad se traduzca en victorias, el vuelo del Cardenal será todavía más alto.